La cuaresma ha comenzado. En 40 días, la comunidad cristiana celebrará la muerte y resurrección de Cristo, y su ascensión a los cielos.
Y, como cada año, el comienzo de este tiempo de reflexión y de ayuno arranca con la imposición de la ceniza, obtenida de la quema de las palmas usadas en el Domingo de Ramos del año anterior, y que nos recuerda algo muy obvio, y no siempre tan sencillo de tener presente: polvo somos, y en polvo nos convertiremos.
Pero esa no es la única simbología del miércoles de ceniza. También lo hacemos como respuesta a la Palabra de Dios, que nos invita a la conversión, como inicio y entrada al ayuno de la cuaresma, y como preparación para la Pascua.
La cuaresma empieza con ceniza y termina con el fuego, el agua y la luz de la Vigilia Pascual. Algo debe quemarse y destruirse en nosotros (el hombre viejo), para dar lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo.
Ayer, los alumnos de Secundaria acudieron en la mañana a la parroquia San Timoteo a cumplir el ritual. Después lo hicieron los mayores de Primaria, 4º, 5º y 6º. Y, por último, el sacerdote Pedro Pablo se trasladó al colegio para imponer, ya en nuestra capilla, la ceniza a los más pequeños.
También estuvo aquí Don Pedro Pablo, en la tarde, cumpliendo el rito cristiano con todos aquellos alumnos de Formación Profesional que desearon la purificación de la ceniza.