Reconozcámoslo. Algunos días, en el proceso de educación, son grises. Plomizos. Desesperanzadores. Para nosotros, los maestros; para los padres de los alumnos, y para los propios estudiantes. Luego, no sabes cómo, una mañana sale el sol y descubres que aquellas tormentas solo sirvieron para abonar el terreno, y que, aunque te parecía que no, aprendiste. Y cuando una etapa concluye,
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